M I
N I M A L
Acto I: La
sonrisa.
Esa vida exacta,
el futuro perfecto y el enorme porvenir. Un potencial del tamaño de un
rinoceronte y la sonrisa firme siempre, abierta y suave como un paracaídas.
Acto II: La
deserción.
La noche entre
tu orgullo, los prejuicios enrollados en tu ropa. Un cuarto con un sombrero en
la pared y tu llamada telefónica al día siguiente. Y luego, la ausencia de
éstas.
Acto III: El
encuentro.
Otra vida, otra
ropa, tu sonrisa castrante cortando la ida, anulando los vicios y creando los
propios, el beso en el cuello y los labios que nunca toqué.
Acto IV: El
zoológico.
El calor, un
vestido rojo y mi insolente presencia en un lugar público. Tu lejanía y la
chica del cabello naranja.
Acto V:
Jaggermeister.
El sexo, una
mano abrazando la otra, mil placeres estallando, la certeza de la vida deseada,
correr el velo y la justicia de mi infidelidad. Mi cara sonriendo como una
montaña rusa.
Acto VI: La
despedida.
Mi Gran Crítica,
un falso resentimiento, tu espalda delante de mi cara y un cielo gris
amaneciendo por un ventanal. Mi desvelo, el frío de la mañana y la nota en el
espejo: “Siempre te he querido, Roberto, cómo no hacerlo si llevas el nombre de
mi escritor favorito”. Pero la idea principal no era esa sino otra y no lo supe
hasta días más tarde.
Acto VII: La
carta.
La sorpresa y mi falta de convicción. Tu espaldarazo y un beso recorriendo cada vértebra escrita. La gratitud infinita. El cielo se abre, tus dedos en mis labios. Los deseos nunca torcidos. El final comenzando algo. El mundo.