Joya

La burbuja no revienta y los pliegues siguen siendo los mismos que desde hace meses, mientras me mantengo retrocediendo al silencio en donde quiebras cada una de los presagios que no han de cumplirse, los que, torciendo la mano de quien los dictaminó, los vuelvo prescindibles al centro de mi palma derecha.
Como un siglo cargando con las mismas ataduras liviánicas de siempre, como hace dos días cuando he podido travestirlas y cambiarlas para mi beneficio: hacia la navegación interna, en donde la reliquia pasa a llevar a todos los que quiero, en el mismísimo sitio que romperá, que está rompiendo, allí, donde mi felicidad mutilará la paz de varios. Esos varios, a los que amo.
Vives desde hace poco y mis años ya no me pesan, voy llevándolos como a ti están arrastrando, y si pudiera hacer el intercambio, no lo haría.
Y qué quieres que te diga? Que vaya corriendo a tus brazos a gritarte un montón de frases cursis que no me creerás?. Que ni yo las creeré.
Las cosas se han dado como han tenido que darse: tú desde el sitio al que te obligaste, refugiándote en un futuro a establecer (te), yo, desde acá, en donde la misma soledad me ha dicho que estoy mejor preparada para ella que cualquiera de ustedes.
La misma noche calientita en donde me susurró que hay mujeres que no necesitan amar un hombre, que hay construcciones que pueden ser reales en la medida de la incertidumbre, que hay cosas en las que se puede optar y otras no, y mientras yo asentía ella volvía a decirme aún más bajito: yo opté por ti. Le digo que está bien, que no es malo, sólo es cosa de acostumbrarse, acostumbrarse a estar seguro, y mientras haya una hoja cerca los malos momentos se disiparán.
Por eso renuncié a ti. Por eso dejé de recordarte al dormir y al despertar. Por eso dejé de pensar en ti cuando estaba con otro. Por eso no te dije que habrías sido el único por quien habría cambiado mi soledad: porque ya no estoy para perderme. Mi compromiso está establecido.
Recuerdo tus ojos mirando, perdido y tus oídos atentos mientras yo fumaba y reía e intentaba olvidarme de tu presencia, hablando con la razón que me arma, y callando, sin sufrir, el sentir que me desarma. Ni en otro lugar, ni en otro tiempo, ni bajo otras circunstancias. Porque persigo mi secularización, aunque deba pasar a llevar preceptos adoptados por la civilización. Sobretodo por eso. Porque elegí reinventarme desde cero, y en esto, no cabe más nadie que el viaje al centro. Sólo quiero que puedas ver lo tuyo, incluso si crees que está fuera. Y que sepas que elegí no amarte. Eres el último, y desde acá, quiero que sepas que, entre todos, fuiste el único.