
A Pablo Rumel, el mejor impostor que he conocido
Y desde ese mismo día tan equívoco, en el mismo equívoco que nos vaciamos de día y día, horas tras horas, pasando de una línea a otra, de un segundo cada vez más exacto que el anterior, jugando, jugando y soñando, como aquel momento preciso en donde callé lo que debía decir. Pero no lo malentiendas, el que lo haya callado no significa que te haya mentido, no es cierto que omitir es mentir, sino que todo lo contrario. Nunca supe realmente si lo que estaba aconteciendo era un invento mío, o realmente sucedía, tampoco supe a ciencia cierta si me lo inventaba para que pasara o para que no, de todas formas el engaño (o tal vez la real certeza) volvía al punto de desvanecerse y me pasó, vaya, muchas veces, si es que no me pasó siempre, tal vez por la obligación de querer no creer, y de tanto quererlo resultó siendo cierto, hasta que llegó el minuto en que me dije: "no puedo creer en nada, si de algo estamos sostenidos y mantenidos es de proyecciones, de aseveraciones", y ni siquiera creía en que realmente no creía, dándome absolutamente cuenta (ahora) de que ni siquiera podía creer en mi incredulidad.
Más adelante las cosas van cambiando y tomando otros rumbos, sin que nos demos cuenta, a veces con las mejores intenciones, y otras carentes de ellas, pero siempre inventando, siempre reinventando objetivos relativamente mundanos para no caer en la trampa de la metafísica, de la tan irracional metafísica, que a fuerza de razonarla, ya nadie la comprende, ya nadie cree. (por suerte, aunque no faltan)
No eran muchos los años, no eran muchos los días tampoco, aunque a veces si los sentía como un siglo, pero por sentir la obligación de escribir de la misma manera y de pensar y comenzar en encierro en vez de la fluidez, como pasa en todo, como me pasa siempre que pretendo hacer algo: recurriendo a cosas pasadas, olvidando la premisa fundamental que la experiencia solo sirve para llenarse de prejuicios.
Por suerte, las cosas no volverán a ser como antes, por suerte no existe ningún espiral circular y ningún eterno retorno, por suerte Nietzsche está muerto y por fin nos damos cuenta de que nuestra arrogancia es demasiado grande como para creer que seremos castigados. Y las cosas por fin se van aclarando, finalmente, dejamos nuestro gran ego y nos situamos en el papel egoísta de todos los seres vivos de este planeta, por fin nos damos cuenta de nuestra misión evolutiva y nos sacamos el disfraz de místicos trascendentales. Por fin somos un poco más honestos y nos reconciliamos con nuestra farsa de Dios, y con el gran egocentrismo del castigo divino. Por fin comenzamos a salirnos de las convenciones para poder encontrar la vía que nos pertenece, saliendo del clóset y asumiendo los defectos como parte del todo, de nuestra dualidad y de nuestra dialéctica. Por fin y de una vez por todas, vamos directamente a la secularización. (y por suerte que los católicos han dejado de mal usar esa palabra)
4 ni un aporte:
no te lo puedo creer gaia.
Pera.
Voy a leerlo de nuevo.
Ejaleeee...se ve�a venir un post como �ste, de hecho, no s� por qu� no fue antes, antes digo, cuando ya te lo venia aventurando.
Supongo que todo tiene su tiempo, que antes deb�a morir Nietzche y la Carola Zu�iga mandarse el impasse que cambio el rumbo de tu vida.
Todos tenemos nuestro cuervo vol�ndonos sobre el mate, el tuyo es de aplaudir.
(Y pas�te por el castor Ninaaaaa, reclam�s afectos y vos no no desperdig�s los tuchos)
"Nunca supe realmente si lo que estaba aconteciendo era un invento mío, o realmente sucedía"... Pero es que nunca podemos estar del todo seguros, o si?
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